El Señor de los caminos en la tapa de AIRE LIBRE
Como vocero de Vialidad Nacional y periodista, su voz amiga se hizo costumbre en los distintos medios donde trabajó alertándonos de accidentes, congestionamientos y demás linduras de nuestro tránsito. Ahora que goza de más tiempo libre, da rienda suelta a su pasión: recorrer los caminos del país en su motorhome, con su esposa y su perra, conociendo paisajes únicos e historias increíbles del país escondido. En plena travesía por la Ruta 40, dialogó con Aire Libre y nos dijo: “para hacer la Ruta 40, hay que sufrir con gusto”. Nota de Wilmar Merino.
Su figura es bien conocida y si le preguntamos a Ernesto Arriaga quien es laboralmente hablando nos tirará sobre la mesa un extenso currículum que él resume en pocas palabras: “Estuve 44 años al frente del Servicio de Prensa de Vialidad Nacional, donde fui vocero. Soy periodista profesional y licienciado en relaciones públicas, además de profesor de la UADE. Pasé 33 años en Canal 13 y TN. Trabajé 10 años en Radio Mitre, donde ganamos el Martín Fierro con el Mitre Informa Primero. Y llevo 42 años de Radio Nacional, donde una vez por hora salgo desde las 8 de la mañana y luego grabo para el informativo que se repite toda la noche. Ahí hablo de la nieve, los pasos fronterizos, etc y se repite en 49 radios de todo el país. Además todos los días salgo por la FM latina 101.1 de 16 a 18 con Gustavo Mura”. Pero si queremos verdaderamente saber QUIEN ES don Ernesto Arriaga, la cosa es más sencilla: un tipo que viaja en motorhome por las rutas del país acompañado de sus afectos (su mujer María y su perra), que para donde quiere y hace amigos en los caminos.
“Toda mi vida recorrí el país con la moto y la carpa. Tuve 16 motos. Luego tuve un Renault 1093 Gordini de Gastón Perkins. Siempre tuve moto y carpa, luego auto y carpa, camioneta y carpa y desde hace 25 años ando en motorhome. Lo mejor que hay es el motorhome, porque usted tiene cama, baño, cocina y almacenamiento de lo que quiera, desde el disco de arado, 5 cañas, la indumentaria para pescar e ir a la montaña…¡todo!. Y además, uno duerme cuando quiere en el lugar que quiere. Hice 3 veces la Ruta 40, de punta a punta. Y usted cuando veranea o viaja en invierno, va a una cabaña, hotel o arma una carpa y pierde entre 10 y 12 horas. En motorhome, en cambio, usted tiene 24 horas de aventuras outdoor. Yo no paro en campings, paro en medio de la nada. Duermo 5 o 6 horas y siempre estoy ahí, en el lugar que quiero, no hay pérdida de tiempo. Si quiero por ejemplo conocer un lago, no voy en excursión un ratito sino que paro el motorhome al lado, veo el atardecer, ahí, amanezco ahí y me quedo y lo disfruto todo lo que quiero”.
Precisamente esta nota no pudo ser presencial, fue hecha en etapas, porque Ernesto se encontraba recorriendo una vez más esa vértebra cordillerana que tiene el país que es la Ruta 40. Un mito para muchos viajeros, una vieja conocida para Ernesto que ya la hizo varias veces en su motorhome. “Esta vez arranqué en Ushuaia, en la ruta 3. Estoy hablando con vos ahora y miro el lago Epuyén, en Chubut. Es que la Ruta 40 cruza 11 provincias y uno al oeste se conecta con los lagos, los ríos, la nieve y se conecta con lo inhóspito. Uno vive entre 1000 y 3000 metros de altura y tiene temperaturas de 40 de máxima en el norte y 30 bajo cero en el Sur. Pero eso el motorhome, con calefacción interna a caloventor, no lo sufre. Y tenemos aire acondicionado. Para hacer la 40 hay que sufrir con gusto. Hay 15 mil turistas por año extranjeros recorriendo la 40. Uno los ve andando en bicicleta, en moto, caminando y en camionetas 4×4. Son 5216 km inhóspitos hasta La Quiaca. En la ruta 40 nunca se sabe dónde se para. Yo, al menos, paro donde más me gusta. Por eso cada viaje es diferente. El secreto es nunca parar en grandes ciudades, siempre en la nada. El argentino de la montaña es muy buen anfitrión y muy solidario”, decreta con la autoridad de quien sabe lo que dice por haberlo experimentado en muchas ocasiones.
Una de las veces donde fue más clara esa solidaridad en la montaña fue aquella ocasión donde una pinchadura le hizo conocer a otro famoso peregrino de los caminos y figura frecuente de la Ruta 40. Que sea Arriaga el que lo cuente con su particular verba : “Una vez pinchamos una goma del Ford 4000, un camión con 4×4 que yo tenía. Estábamos en Neuquén. Reventé una cubierta delantera. Imposible cambiarla: tiene 8 tuercas. Y estábamos pensando qué hacer cuando pasó el famoso Renegado, muy conocido en el ambiente de las motos. Ojo, le dicen Renegado pero es más bueno que Lassie. El Renegado estaba con su grupo de amigos motoqueros y a las 2 de la mañana, entre 4, me levantaron el motorhome y me ayudaron a cambiar la rueda. Yo veía que los tipos me miraban… y uno al final me dice: `¿Usted es Arriaga? ¿Qué hace acá?`. Les conté que andaba de travesía y mientras ellos cambiaban la goma prendí un fueguito y a las 5 de la mañana los agasajé con un asado completo y me tomaron todo el fernet y todo el vino. Armaron una carpa y durmieron 8 horas. Después se fueron”
Mirá también la nota a Matías Bertolotti su amigo de TN
Pero claro, esto de parar en el medio de la nada también tiene sus bemoles. No hay a quien acudir no solo ante un desperfecto en el vehículo, sino que el encuentro con algún animal temible es factible cuando no hay nadie alrededor. Arriaga recuerda una de esas ocasiones en donde se llevó un gran susto: “En el río Las Vueltas, antes de El Chaltén, en Santa Cruz, mis dos perros de entonces, Logo y Shadow, estaban al lado del fuego y nosotros comiendo corderito. Se sintieron ruidos entre las cañas y los árboles. Los perros empezaron a gruñir con los dientes afuera. Y el rugido de un puma se escuchó. Creo que en 3 segundos estábamos todos adentro del motorhome. Vimos el brillo de los ojos del puma. Los perros no venían, ellos seguían gruñendo a los árboles. Temía que los matara el puma. Entonces, juntando valor, agarré el arma y tiré dos tiros a la tierra al lado mío. Por suerte se escapó el animal. Apagamos el fuego y nos metimos a dormir. Al otro día un puestero nos dijo que había un puma que hacía 5 días había matado 10 ovejas en la zona. Se nos congeló la sangre pensando en lo que pudo pasarnos a nosotros y a los perros”.
El plan de viaje no es menos importante que la buena compañía. Y Arriaga no tiene que extrañar a nadie porque, sencillamente, se los lleva con él en sus aventuras: “Con mi señora María estoy casado hace 10 años. Ella es la que maneja todo el comportamiento del motorhome. Tengo una boyera de Berna, Raia, y para la perra el motorhome es su casa. Ellos me acompañan en esta necesidad que tengo de estar en la naturaleza. La vida es primero, después la salud y el amor de mi mujer y mis hijos, y tercero sol, fuego y agua. Sin eso no puedo vivir. El verdadero hombre de outdoor come lo de cada lugar, no asado. En el sur se come pescado y cordero, en el centro se come chivito y pescado, y en el norte cordero, un cabrito o un chivito. Y porque no, una tirita de asado”.
Arriaga puede rescribir uno o varios libros contando anécdotas de los caminos. Pero más allá de atesorar en sus retinas paisajes inolvidables y haber sido testigo de momentos de ensueño, de puestas de sol, de amaneceres de gloria en verdaderos paraísos, sus viajes le permitieron conocer como nadie el habitante de los rincones escondidos de nuestro país. Desde ese lugar nos dice que “el verdadero gaucho es triste… es un tipo que toma mucho los domingos, por ejemplo”. Y si bien se ha llenado de maravillas en sus travesías, tanto kilómetro recorrido le ha permitido ser testigo de grandes desigualdades y por eso sueña con dar una mano: “Mi asignatura pendiente es ayudar, con María, en todos los ranchos pobres. No me quiero resignar a escuchar en una estadística que el 46 por ciento de los chicos del país son pobres y el 16 % son indigentes. Es muy fuerte verlo. E inmediatamente a uno le dan ganas de ayudar”.
Por lo pronto Arriaga sigue recorriendo la vértebra que enhebra el país y haciendo amigos por doquier. Su cábala para agasajar y quedar bien en todas partes, aun tratándose de un país con costumbres tan distintas, es llevar un regalo que no falla en ninguna latitud: “Si alguno me da una mano o me hago amigo en uno de mis destinos, a esa persona le regalo un mapa de vialidad de la República Argentina con todas las rutas, un mate entrerriano, un paquete de yerba y una botella de vino. Eso siempre viene bien en todas partes”.
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